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«Búscame un cliente que quiero un nuevo móvil»

«Búscame un cliente que quiero un nuevo móvil»

La mayoría de las menores captadas por la red de prostitución en Murcia son de familias estructuradas y sin apuros económicos

RICARDO FERNÁNDEZ

Martes, 27 de enero 2015, 00:00

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murcia. A sus dieciséis años, la muchacha tenía un hijo de un año, ganas de vivir la vida loca, un cuerpo moreno y bien moldeado y muy poco cerebro. Un día se largó de casa, dejando al pequeño al cuidado de sus padres, y echó mano del cuerpo, lo que tenía más a mano, para tratar de obtener esos elevados ingresos con los que soñaba y que probablemente nunca alcanzaría por mediación de sus neuronas.

Cuando sus progenitores, ecuatorianos, acudieron a la Comisaría de San Andrés de Murcia para denunciar su desaparición, no parece que se llamaran demasiado a engaño sobre la manera en que la muchacha había comenzado a ganarse la vida. De hecho, explicaron al agente que le tomó la denuncia, una conocida les había hecho saber que frecuentaba discotecas, que era habitual verla ebria, que llevaba «una mala vida» y que había abandonado su antigua identidad para hacerse llamar Marta Lucía. Cuando los padres pidieron a un conocido que la llamara al móvil y tratara de convencerla, éste nada obtuvo, más allá de un violento estufido: «¡No os metáis en mi vida!»

La más explícita en sus manifestaciones ante la Policía fue la madre, que dio datos muy concretos acerca del nuevo modo de vida de la menor. «Está en una vivienda de la calle Ciudad de Almería de Murcia, en la que se ejerce la prostitución y que regenta una mujer apodada 'Yenny', una ecuatoriana gruesa y con las cejas tatuadas», describió.

Aunque todos los datos apuntaban a que la chiquilla no ejercía el comercio carnal en contra de su voluntad, ni como consecuencia de amenazas o extorsiones, no por ello dejaba de ser delictivo que la 'madame' y los clientes estuvieran disfrutando del acceso carnal a una menor. De tal forma que en agosto se inició una investigación que, desarrollada en dos fases -operaciones 'Chic' y 'Baúl'-, ha acabado significando el desmantelamiento de tres redes de prostitución que trabajaban con menores de edad, procedentes de familias estructuradas y sin apuros económicos, y llevando a la detención de una treintena de implicados: 'mamis', captadores de chicas, taxistas 'piratas' y una quincena de clientes.

El 10 de noviembre, los agentes de las brigadas de Policía Judicial y Extranjería que llevaban semanas siguiendo la pista a la 'madame', Yesenia Mercedes B.C., alias Yenny, se decidieron por fin a echarle el guante. La habían sometido a intensos seguimientos en los que se la veía recorrer los bingos de la ciudad ofreciendo supuestamente a sus pupilas, y habían observado el trasiego de jovencitas y maduritos que se registraba en torno a su piso.

Cuando le tomaron declaración, la explicación que ofreció sobre una de sus meretrices, conocida por el nombre ficticio de Jennifer, dejó perplejos a los policías. «La última vez que supe de ella fue hace tres semanas; me llamó una noche para pedirme que le buscara un cliente para tener sexo porque quería comprarse un nuevo móvil».

La 'madame' disponía de una amplia nómina de mujeres, algunas de ellas menores de edad y la mayor parte de las otras sin haber alcanzado la treintena, cuyos servicios sexuales ofertaba supuestamente a través de los dos móviles que manejaba. En ellos acumulaba una descomunal colección de fotografías eróticas de las chicas, que no dudaba en mandar a los teléfonos de sus clientes para ponerles los dientes largos. «Muy bonita», «negrita», «pelaíta», «cariñosa», «gordita»..., eran sólo algunos de los calificativos con que acompañaba las imágenes. De cuando en cuando, si lo consideraba necesario, informaba de que las muchachas tenían 16 o 17 años. Unos mensajes que la condujeron a prisión preventiva y que le van a pesar como una losa.

«Tumbaos, que soy médico»

Las diligencias que tramita el Juzgado de Instrucción número 7 de Murcia por presuntos delitos de corrupción de menores y facilitación de la prostitución con menores de edad, y a las que el diario La Verdad tuvo acceso, permiten infiltrarse -a través de sus propias declaraciones- en el sórdido mundo en el que habían caído estas muchachas.

Una de ellas, española de 15 años y estudiante de tercero de ESO, explicaba a la Policía que ella y una amiga habían sido captadas por otra compañera de clase. «Podéis ganar mucho dinero acompañando a hombres. Yo conozco una casa donde se hace eso», les dijo.

Una semana después las dos novatas estaban encerradas en una habitación de un dúplex de Zarandona con un empresario de Alicante que las hizo tumbarse en una camilla. «Soy médico», afirmó. Cuando satisfizo sus pulsiones carnales entregó 50 euros a cada una de ellas.

La siguiente vez seguían tan cohibidas como la primera. «Son muy guapas y simpáticas, pero tienen un poco de miedo porque no están acostumbradas», se excusó la 'mami' con el cliente. Éste se limitó a besarlas en los labios y les entregó 20 euros por cabeza. «Me está esperando mi mujer y va a acabar sospechando», se excusó. Después les pidió que, si un día se cruzaban por la calle, bajaran la cabeza. «No quiero líos».

El hombre, por ahora, no ha sido identificado aunque las dos crías aportaron un buen número de datos sobre su persona a los agentes: se presentó como Pepe, tenía algo más de 60 años, vivía cerca del dúplex, estaba casado y con hijos, tenía un huerto y es bajito, moreno de piel, tiene el pelo negro y corto y lleva gafas. Por si algo faltaba, añadieron que sabía perfectamente que ambas eran menores. «Nos preguntó la edad y le dijimos que quince años».

No menos exhaustiva fue la descripción que hicieron de la compañera de clase que las captó, y que no tardó mucho en ser llamada a declarar por los investigadores. «Karina -la 'mami'- le mandaba muchos whapsapp pidiéndole que le llevara chicas jovencitas».

La labor de estas captadoras de menores de edad era fundamental para la trama. Fe de ello ofrece el testimonio de una chiquilla boliviana, que un día recibió en su móvil la llamada de Nelly. Otra chica había facilitado el número de teléfono a la 'mami', que le propuso «dar una vuelta», expresión que en el argot de ese mundo significa prestar servicios sexuales. «No tendrás que estar mucho tiempo con los clientes y te pagarán 150 euros». Logró convencerla y la niña acabó incluso enviándole una foto suya en actitud insinuante. Ya estaba metida en la rueda.

Una chica boliviana de 16 años también atribuyó a Nelly haberla captado. «La vi en una discoteca. Yo iba borracha y nos acabamos haciendo amigas». Nelly le propuso ganarse algún dinero con un amigo de Mula. Ese mismo día completó el acto sexual con quien era su primer cliente y se embolsó cien euros, diez de los cuales entregó a la 'mami'.

Luego vinieron más, en pensiones. «Nelly me preguntó directamente si quería ser dama de compañía y le dije que sí por probar. La primera vez me dio mucho asco. Nelly les decía a los clientes que yo tenía 18 años, pero ellos respondían que aparentaba menos edad».

Cuando los policías quisieron saber qué la había llevado a decir que sí, dijo que no quería vivir con su madre y que por eso ésta le estaba pagando el alquiler de un piso y costeándole la ropa y la manutención. «Pero yo no tenía una manera de ganarme la vida y tampoco quería seguir dependiendo de mi madre». Y se metió en el barro.

Una historia muy parecida a la de otra menor, también boliviana, nacida en el año 1997, igualmente captada por Nelly. Ambas prestaron un servicio sexual conjunto a un conocido promotor de la zona de Cartagena, que ha acabado viéndose imputado. La chiquilla, que le hizo una felación porque se negó a ser penetrada sin preservativo, asegura que antes le había hecho saber al cliente que ella tenía 17 años. Cuando acabó le pagó con 70 euros.

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