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La escritora Elena Poniatowska. / Efe
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«Es quijotesco que me den este premio», dice la escritora y periodista, la cuarta ganadora del premio mayor de las letras hispanas

PPLL

Jueves, 24 de abril 2014, 05:50

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Elena Poniatowska es la cuarta ganadora del Cervantes, galardón que la escritora mexicana feminiza con su comprometida obra en la que la mujer juega un papel primordial. El Nobel hispano cumplió otra vez la ley no escrita que lo alterna entre las dos orillas del español y viajó al otro lado del Atlántico. Poniatoswska, la gran cronista del convulso México moderno, es la cuarta socia del selecto club Cervantes, con otros cuatro mexicanos: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol y José Emilio Pacheco.

«Ha sido una gran sorpresa, no me sabía candidata y recibirlo así es un poco quijotesco», explica por teléfono desde su casa en el Distrito Federal, junto a su gatos Monsi y Vais esta princesa roja, lectora «muy temprana» de 'El Quijote' que dedica el premio «a las mujeres y los periodistas».

«Me hablaron de España tempranísimo y creí que era para regañarme por no entregar a tiempo un artículo sobre Doris Lessing», dice esta crítica y activa periodista, que sigue al pie del cañón. «Empecé como periodista y lo seré hasta el final», se ufana al dedicar el premio «a la profesión que tanto me ha dado». «Es la culminación de toda una carrera y un reconocimiento a mi labor como periodista, el oficio en el que me inicié de chavita, con veinte años».

Poniatowska ganó por mayoría y tras ocho votaciones, según explicó el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, quien destacó «su brillante trayectoria» y su «dedicación ejemplar a la literatura y al periodismo, siempre desde un firme compromiso con la historia contemporánea». Para el jurado, es la mexicana «una de las voces más poderosas de la literatura en español».

Nació en París el 19 de mayo de 1932, en una noble y acrisolada familia descendiente del último rey polaco. Su padre, francés, fue el príncipe Jean Evremont Poniatowski Sperry. Su madre, una mexicana exiliada, Paula Amor de Ferreira. Sobrina de la legendaria poeta Pita Amor, la infancia de Poniatoswka transcurrió en Francia. Aterrizó en México con diez años pero no obtuvo la ciudadanía hasta 1969. Tras pasar por una escuela católica en Estados Unidos, estudió taquimecanografía y trabajó como secretaria. «Mi universidad fue la calle», repite esta autodidacta que en 1953 era periodista en los diarios 'Excelsior' o 'Novedades'. Una profesión que aún ejerce «con placer» y que ha sido «palanca» para varias de sus obras.

Conocida en su familia como la princesa roja, con 81 años es la decana de las letras mexicanas y una gran dama de las letras hispanas. Beligerante con el conservadurismo, batalladora por los derechos humanos, narradora prolífica a caballo entre la ficción y el periodismo, 'La Poni', como la llaman amigos y colegas, triunfó con 'La noche de Tlatelolco', su reconstrucción de la matanza estudiantil de 1968 y atesoró luego premios, como el Alfaguara y el Rómulo Gallegos. Autora de casi cuarenta títulos, los últimos son una novela basada en la vida de la pintora Leonora Carrington, y 'La vendedora de nubes', un cuento infantil.

El fallo contrarió a esta pequeña gran mujer. «No figuraba en las quinielas, en las que sí estaba Fernando del Paso, así que es un poco quijotesco que me den este premio», insiste con voz queda. «Estoy mala del corazón, pero pienso ir a España a recogerlo muy contenta», asegura. «No viajo a España desde hace diez o doce años y me hace enorme ilusión», explica la octogenaria autora. «No sé contar en euros, así que no sé cuánto es esta maravilla, este regalo del cielo», bromea sobre los 125.000 euros de dotación del Cervantes.

Poniatowska se impuso a aspirantes latinoamericanos como su compatriota Fernando del Paso y la poeta cubana Fina García Marruz, con posibilidades ciertas de adjudicarse el premio, junto al nicaragüense Ernesto Cardenal, el argentino Ricardo Piglia, el colombiano Fernando Vallejo y el uruguayo Eduardo Galeano. Entre los españoles en liza, Juan Goytisolo, Francisco Nieva, Eduardo Mendoza, Francisco Brines o Fernando Savater. Con el corazón a la izquierda, activamente feminista, a esta encarnada princesa de las letras mexicanas le satisface acrecentar el magro número de ganadoras del Cervantes. Antes que ella lo recibieron la cubana Dulce María Loynaz (1992) y las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010). «Cuatro mujeres en 39 años no son muchas», ironiza. Recuerda a Zambrano, «que vivió aquí, en Morelia, Michoacán, y me alegra mucho unir mi nombre al de esta gran pensadora».

En su discurso de agradecimiento en Alcalá «hablaré de mi país y de lo que significa la literatura para las mujeres, y algo de mí», anticipa. «Las mujeres han tenido pocas oportunidades en la literatura y el arte. Ha llegado a México la película de Camille Claudel, que pasó treinta años en un manicomio y vio cómo su talento lo disfrutaba Rodin, su amante, todo un símbolo de cómo se hace de menos a las mujeres». Una situación «que en efecto se agrava en un país tan machista como México». Aspirante a la cartera de Cultura con Manuel López Obrador, ve en el premio «un gran apoyo para México, que tiene graves problemas». «Llevamos más de noventa informadores asesinados; estamos muy divididos políticamente y castigados por la violencia del narcotráfico. Pero soy optimista y sé que lo superaremos; somos un país volcánico y muy fuerte y sé bien que lo superaremos todo».

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