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Tres vecinas comentan la tragedia ante las velas en memoria de las víctimas junto a su bazar en San Marcelino. :: manuel molines
La sospechosa del doble crimen tenía constantes peleas con su madre

La sospechosa del doble crimen tenía constantes peleas con su madre

La mujer china detenida y su progenitora se enfrentaron a golpes y estirones de pelo hace sólo una semana en una tienda de San Marcelino

J. A. MARRAHÍ

Domingo, 30 de agosto 2015, 00:15

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Una madre preocupada por la enfermedad de su hija que trataba, en vano, de encauzar su conducta. Una hija afectada por problemas mentales que «tonteaba demasiado con el alcohol», según el testimonio de vecinos y comerciantes. Broncas constantes en presencia de dos niñas de corta edad. En este delicado contexto familiar se gestó una bomba de relojería que estalló el viernes por la mañana.

Según fuentes policiales, la mujer acusada de matar a cuchilladas a su progenitora de 62 años y a su sobrina de 10 años pudo padecer un brote psicótico. Eran habituales y se alteraba mucho si no tomaba la medicación. La propia madre había admitido los problemas psicológicos de su hija a personas de confianza. Hasta qué punto influyó el trastorno de la sospechosa en el doble homicidio es objeto de investigación.

Lo que parece claro es que la relación entre madre e hija se había deteriorado. «Era día sí, día no, de riñas nocturnas hasta altas horas de la madrugada». Es el testimonio de residentes de la finca de Tomás Villarroya donde se produjo la tragedia. Escuchaban las trifulcas «desde que la familia llegó hace cinco años» y algunos aseguran que «no se podía pegar ojo». Distinguían claramente las voces de madre e hija, pero no el contenido de la disputa.

Recientemente, los enfrentamientos entre madre e hija sobrepasaron la esfera privada. Las dos mujeres llegaron a las manos. Lo constata una comerciante del barrio de San Marcelino. «Hace sólo una semana entró la joven para probar unas zapatillas a su hija pequeña. Apareció la abuela y se liaron a patadas y estirones de pelo». La dependienta tuvo que llamarles la atención: «Por favor, no os peleéis en la tienda». La mujer mayor pidió perdón y se marcharon. Un incidente similar se repitió «hace unas tres semanas» en la misma calle.

En este barrio está el bazar donde la familia pasaba casi todo el día. Allí son muchos los vecinos y comerciantes que recuerdan esas peleas y el comportamiento «extraño y atolondrado» de la mujer detenida. «A veces repetía palabras una y otra vez, entraba en una tienda, se miraba al espejo y se marchaba sin más», describen.

Otra comerciante asegura que en su establecimiento «arrojó todos los objetos del bolso al suelo para encontrar calderilla». Otros vecinos y camareros le atribuyen el consumo de «chupitos de vodka a primera hora de la mañana» y una excesiva querencia por las «cervezas, las cocacolas y el tabaco». Mientras, sus padres atendían abnegadamente el bazar y a sus dos nietas. Allí pasaban largas horas y la presencia de las dos menores era «constante» en verano. De la menor fallecida, resaltan su carácter «alegre y encantador, paciente y discreta» ante los problemas de su tía.

Entre bares y comercios

En la propia mañana del crimen, antes de huir a Castellón, la mujer se paseó de bar en bar con su hija. Primero pidió una cerveza en una cafetería de la calle Primero de Mayo. Eran las diez, según el camarero que se la sirvió. Sobre las once, almorzó con normalidad con la pequeña en otra cafetería. Cortado, tostada, gajos de naranja y cacahuetes.

Media hora después, acudió sola a una tienda próxima al bazar de sus padres, donde se interesó por unos zapatos y llegó a afirmar que al día siguiente regresaría a comprarlos. Sobre las doce del mediodía volvió al primer bar y pidió una cocacola «con una pajita para su hija pequeña», como confirma quien se la sirvió. Al parecer, fue poco antes de la hora de comer cuando un estallido de violencia lo cambió todo para siempre.

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